Para aquellos que (como yo) hubiesen oído hablar del género de los microrrelatos, pero no terminaran de hacerse una idea de en qué consisten o simplemente (también como yo) fuesen escépticos ante dicho género porque no terminaran de creerse que con apenas un puñado de palabras se pudiese contar una buena historia, el libro que recomendamos hoy es la solución definitiva. Y es que los numerosos microrrelatos que componen Ajuar funerario (2004) son sencillamente perfectos por su concreción y especialmente por su enorme poder evocador. En cada uno de ellos, el escritor peruano afincado en la localidad sevillana de San José de la Rinconada Fernando Iwasaki hace gala de su maestría especialmente en géneros de no demasiada extensión. Sobradamente conocido por novelas cortas como Neguijón (que ya recomendamos en esta misma sección en su momento) y por las colecciones de cuentos o relatos como Helarte de amar, Iwasaki alcanzó con este libro unas cotas literarias que se han visto justamente reconocidas por un aumento exponencial de su popularidad.
Pero si por algo destaca este libro en el conjunto de la obra del escritor peruano, además de por su brillante inserción en ese diminuto género al que ya hemos aludido, es porque en él por primera vez se desprende Iwasaki completamente de ese característico sentido del humor que ha impregnado siempre todas sus obras, que es una de sus señas de identidad y, por lo tanto, uno de los ingredientes de su narrativa que más adeptos le ha hecho ganar a lo largo de los años. En este libro, en cambio, Iwasaki lo sustituyó por otro ingrediente completamente distinto que no había aparecido apenas anteriormente en su obra y del que se muestra como un auténtico maestro también: el horror. Un horror que puede aparecer bajo las más diversas formas, y en los órdenes más diversos de la vida. Así aparecen mezclados en sus páginas hombres lobo, vampiros, monstruos o fantasmas con monjas, curas, niños, autoestopistas o simples vecinos de un inmueble. Algunos de los relatos se entienden a la primera, otros necesitas pensarlos un rato para entenderlos y otros simplemente te quedas pensando que ese debe ir dirigido a gente más lista que tú. Pero en cualquier caso todos se te meten en la cabeza y te sorprendes pensando en ellos aún mucho tiempo después de haber leído el libro. A mí me encantaron el del niño que quería que su padre fuera un super héroe, el del hombre que se quedó atrapado en un ascensor con una familia y el de las monjas que vivían al otro lado de la tapia del convento que estaba prohibido saltar…
Fernando Iwasaki