La publicación en 2006 de La carretera, más o menos por la misma época en que triunfaba la famosa adaptación cinematográfica de su novela previa, No es país para viejos, supuso la consagración definitiva a nivel internacional del escritor norteamericano Cormac McCarthy (1933). Y es que, si bien es verdad que dentro de sus fronteras era igual de conocido que otros escritores de su generación como Don Delillo, Thomas Pynchon o Philip Roth, lo cierto es que hasta ese momento McCarthy no había logrado en el resto del mundo el éxito ni el reconocimiento del que sí disfrutaban estos. Esa novela le reportó un reconocimiento algo tardío (a los 74 años) en forma de Premio Pulitzer, y lo que es más significativo aún, consiguió que desde entonces su nombre suene todos los años en las quinielas para ganar el Nobel de literatura.
Citando a la contraportada de mi edición, la novela “transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear. Un padre trata de salvar a su hijo emprendiendo un viaje con él. Rodeados de un paisaje baldío, amenazados por bandas de caníbales, empujando un carrito de la compra donde guardan sus escasas pertenencias, recorren los lugares donde el padre pasó su infancia recordada a veces en forma de breves bocetos del paraíso perdido, y avanzan hacia el sur, hacia el mar, huyendo de un frío «capaz de romper las rocas».
Cualquiera que lea este resumen se pensara que con semejante argumento la novela es un no parar de aventuras (un holocausto nuclear, un padre y un hijo huyendo de caníbales…) y tiene un ritmo trepidante. Nada más lejos de la realidad, si algo caracteriza el estilo de McCarthy es el ritmo pausado de su narración y la parquedad expresiva. Vamos, que es de los que piensa que menos es más, o dicho de otro modo, es de los que prefiere sugerir que mostrar abiertamente el horror. Y lo mismo ocurre con su prosa, concisa y exacta, ni una palabra más ni una palabra menos de las necesarias. Pero lo cierto es que es precisamente ese estilo lo que encanta a sus incontables seguidores (aunque también es lo que desespera a sus detractores). Y es que con McCarthy, como con algunos otros escritores, no hay medias tintas o se le ama al primer vistazo o se le aborrece para siempre. Pero para decidirse hay que empezar por leer La carretera…
Cormac McCarthy