Hace más de cinco años que nos dejó y cada pocas semanas volvemos a tener noticias de un nuevo homenaje. Y es que Ángel González es una figura tan trascendente como necesaria. Muy pocos poetas actuales han conseguido, como él, que el lector agarre como propios sus versos y encuentre en cada poema dos o tres historias personales a las que ponerles nombre, y sonrisa y sentimiento.
Pero si en poesía tuviéramos que andar aglutinando errores, probablemente uno de los más terribles sería ceñirnos a una antología. Porque las antologías son colecciones dispersas. Reunidas según criterios editoriales, acotaciones personales o de cualquier otra índole que cercenan la verdadera esencia de una obra concreta -dibujada sobre un momento, sobre una idea o sobre aquel cruce de caminos-, todos podríamos confeccionar antologías y no atinaríamos a coincidir; y probablemente reuniríamos una colección hoy y otra bastante diferente mañana. Afortunadamente, la poesía no cicatriza y leemos hoy cosas nuevas en el mismo poema que leíamos ayer.
En A Todo Amor, Ángel González entresaca una fascinante colección de poemas de varias de sus obras. Y es él quien recopila. Eso sí, estoy seguro de que el mismo Ángel le dio vueltas y más vueltas a qué poemas incluir y cuáles dejar pasar. Y probablemente mantendría sus dudas con el álbum ya en los escaparates de las librerías. Pensaría en aquellos dos primeros versos que dicen
Yo sé que existo
Porque tú me imaginas.
Esta perversión antológica (ahora sí) que se comete con la poesía tiene una única ventaja: da para hacerse a la idea de si conectamos con el poeta, si nos transmite y si querríamos profundizar en su obra un poco más ahora que se nos muestran los caminos. Una opción que resulta sencillamente imposible en otros géneros.
Y A Todo Amor es un libro de mesita de noche, en el que cada página nos cuenta algo distinto cada vez que volvemos sobre ella. Y cada poema puede ser evocativo sin que el tiempo se atreva a corromperlo.
La obra discurre por todos los flancos del amor. Quizá con alguna tendencia puntual a lo físico que -¿quién sabe?- tal vez germinó en aquellos días de andar deshojando margaritas de poemas. Pero no nos equivoquemos: no es un libro de poemas de amor. Ni mucho menos.
Ángel González es un autor capaz de contarnos nuestras vidas. Así que si A Todo Amor nos sirve para abrir boca, terminaremos inmersos en su poesía. En doble fila. En las esquinas de sus versos. Probablemente.
Ángel González