Arturo Pérez-Reverte es un autor que, a pesar de escribir obras eminentemente serias, destila en muchos pasajes un particularísimo sentido del humor, como bien sabemos sus lectores. Pues bien, La sombra del águila es, sin lugar a dudas, su narración más divertida.
En esta breve novela, que apareció en un primer momento en el verano de 1993 publicada por entregas en el diario El País, se narra la historia de un batallón de antiguos prisioneros españoles enrolados a la fuerza en el ejército napoleónico, que durante la campaña de 1812 en Rusia intenta pasarse al otro bando en plena batalla. Sin embargo, ni su propio ejército ni el enemigo entienden correctamente la maniobra, y tanto franceses como rusos lo toman por una carga heroica y casi suicida, lo que tendrá consecuencias inesperadas… que les acabarán complicando enormemente la vida.
Uno de los principales aciertos del autor es la voz narrativa en primera persona (supuestamente uno de los pocos soldados españoles que lograron sobrevivir a toda la situación), que en un tono coloquial y bastante actual nos hace ver lo disparatado de la odisea que les tocó vivir, pero que en el fondo no deja de rezumar también en todo momento una profunda amargura por el coste humano tan elevado, al recordar como poco a poco muchos de sus compañeros se fueron quedando en el camino.
Pero quizá el principal mérito del escrito cartagenero esté en como a través de un relato, que en un nivel superficial se puede leer como puramente cómico, logra vertebrar una profunda denuncia de los horrores y el sinsentido de la guerra, hacer una feroz crítica y mofa del servilismo más pelota de aquellos que están cerca del poder, e incluso de pasada, atizar (como tantas otras veces a lo largo de su vasta obra) a los pésimos gobernantes que ha tenido que sufrir España durante la mayor parte de su historia. Y es que La sombra del águila es puro Pérez-Reverte.
Arturo Pérez-Reverte