Con La plata de Britania (1989) la escritora británica Lindsey Davis (1949) dio inicio a una larga serie de novelas históricas protagonizadas por el investigador romano Marco Didio Falco, cuyas aventuras van ya por la vigésima entrega. Y es que Falco no es para nada un detective convencional, más bien todo lo contrario, y precisamente por eso sus aventuras y desventuras producen un efecto adictivo.
Ambientada en la década del 70 d. C., es decir, en plena época del emperador Vespasiano (con el que Falco llegará a establecer relaciones laborales a lo largo de la saga de novelas), La plata de Britania comienza con el asesinato de una chica del que tendrá que hacerse cargo nuestro héroe. A medida que vaya avanzando en sus pesquisas irá descubriendo una elaborada trama de contrabando de lingotes de plata destinados a financiar el derrocamiento del emperador que le llevará de Roma a Britania y vuelta. Pero a su vez este caso le dará la oportunidad de conocer a Helena Justina, una joven patricia recientemente divorciada que supone su contrapunto perfecto y con la que establecerá una relación de amor-odio (aunque más de lo primero que de lo segundo), que irá evolucionando a lo largo de la saga de novelas.
Y es que este primer volumen supone la presentación de este detective un poco zarrapastroso y pobretón, que vive de alquiler en el Aventino (uno de los barrios más pobres de Roma) y que tiene que soportar la losa de su familia, desde su madre que se entromete constantemente en su vida hasta la alargada sombra que proyecta sobre él su difunto hermano, considerado un héroe nacional. Pero si por algo destaca Falco como detective es por saber moverse igual de bien en los bajos fondos que en la corte imperial.
La plata de Britania supone una mezcla perfecta y original de novela policiaca e histórica, filtrada por el tamiz del particular sentido del humor del propio Falco, que actúa de narrador de sus propias desventuras y cuyos dardos satíricos no tienen misericordia con nadie, y mucho menos consigo mismo…
Lindsey Davis