El comediógrafo ateniense Aristófanes (444 a.C. – 385 a.C.) es sin duda el creador del teatro cómico en la tradición cultural occidental, ya que fue él quien con su particular sentido del humor y su talento creativo para la escena dignificó un género que en la Grecia clásica de su época era poco menos que un leve divertimento sin importancia frente a la prestigiosa tragedia. Y aunque fue la comedia eminentemente política la que le hizo destacar en vida, con obras como Los acarnienses, Los caballeros o Las avispas, llenas de referencias a la vida política de la Atenas de entonces, es probablemente Lisístrata (411 a.C.) la que se ha convertido en la más conocida, la que mejor ha resistido el paso de los siglos. Probablemente esto se deba a que de todas sus obras es aquella que menos necesita un profundo conocimiento de esa vida social y política de Atenas a la que nos hemos referido. Por el contrario trata un tema más universal, el del enfrentamiento entre hombres y mujeres con el sexo como arma.
Así, la obra se sitúa en una Atenas que está sumida en una guerra con los laconios, en la que los hombres están obcecados con continuar con esa guerra, mientras que las mujeres están hartas ya de la situación. En este contexto aparece una joven, Lisístrata, que hace un llamamiento a las mujeres para unirse y presionar a los hombres para poner fin a la guerra. La estrategia que propone es muy simple pero a la vez muy dura: la huelga sexual, es decir, las mujeres se negarán a mantener relaciones con sus maridos mientras estos no se avengan a firmar la paz. Para ello las mujeres se hacen fuertes en la Acrópolis, y resisten los intentos de asalto de los hombres, hasta que finalmente tanto atenienses como sus enemigos los laconios no pueden aguantar más y deciden firmar la paz con Lisístrata como mediadora.
La genialidad de Aristófanes está en ser capaz de extraer de este argumento tan sencillo toda la comicidad sexual posible a través de numerosas escenas en las cuales vemos “el sufrimiento” de los hombres ante esta situación y como son manipulados por sus mujeres en una especie de mundo al revés (de la época) en el que ellas son las fuertes y ellos los débiles. Pero a la vez, vemos como también a las mujeres les gusta el sexo más de lo que quieren reconocer y no todas son tan “fuertes” como Lisístrata, de modo que asistimos a varios intentos de deserción de las filas femeninas con argumentos de lo más cómicos para intentar enmascarar la verdad: que también ellas quieren unirse de nuevo a sus maridos. Lo dicho una obra de una vigencia absoluta y que sigue provocando carcajadas cada vez que se representa aún hoy día por los escenarios del mundo.
Aristófanes