Alejandro Magno es sin duda uno de los personajes históricos que más ha cautivado siempre la imaginación de las generaciones posteriores. Por ello mismo ha sido objeto de numerosos tratamientos literarios, desde las versiones más fantasiosas de su vida, sobre todo en la Edad Media, como El libro de Aleixandre, hasta su abundante utilización como tema ya en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, como no podía ser de otro modo en esta prolongada época de esplendor que vive la novela histórica. Especialmente monumental parece la trilogía de Alexandros que en 1998 publicó Valerio Massimo Manfredi, y no cabe duda que resulta una versión de la historia de Alejandro bastante entretenida. Sin embargo, ya treinta años antes la escritora británica Mary Renault (1905-1983) había escrito otra trilogía sobre Alejandro Magno, cuya pieza central es una pequeña joya, que se convirtió en un clásico instantáneo y que sigue estando presente en todos los puntos de venta de libros de bolsillo. Estamos hablando de El muchacho persa, novela de resultados literarios infinitamente superiores a las de Manfredi.
Y es que en esta obra Renault se centra en la parte de la vida de Alejandro que va desde su llegada a tierras persas hasta su muerte varios años más tarde, pasando por su conquista de toda Persia y ya llegada a la India. Pero en lugar de utilizar un narrador omnisciente, y en consecuencia más distante y frío, Renault nos cuenta la historia desde el punto de vista de uno de los personajes históricos más cercanos al propio Alejandro: Bagoas, el muchacho persa al que hace referencia el título, un esclavo eunuco que pasa de estar al servicio del gran rey persa Darío a ser regalado a Alejandro tras la muerte de aquel. El muchacho pasará pronto a convertirse en el criado favorito del gran rey macedonio y a enamorarse de éste, estableciéndose entre ambos una intensa relación. Es la mirada de Bagoas, cargada de sensibilidad, la que dota de una enorme belleza la narración de las conquistas de Alejandro, de su pasión por el poder, de los entresijos del poder en su corte y sobre todo del volátil y complejo carácter del conquistador más grande que haya conocido la historia.
En definitiva, una de esas novelas que demuestran que el rigor histórico en la reconstrucción de los hechos no tiene por qué estar reñido con la calidad literaria, y que por lo tanto, la novela histórica no tiene por qué constituir por defecto un género menor o popular, tal como suele ser considerada.
Mary Renault