Es curioso el caso de la novela Nadie conoce a nadie (1996) del escritor jerezano Juan Bonilla (1966), ya que pese a ser una de las pocas de sus obras no galardonadas con ningún premio, a día de hoy sigue siendo su novela más popular. De hecho, a pesar de que en los círculos culturales (o culturetas) sigue siendo un nombre muy respetado, lo cierto es que nunca ha vuelto a gozar de la popularidad que tuvo en la época de la publicación de aquella obra y su estrella parece haberse apagado un poco.
El argumento de la novela no es precisamente simple ni convencional: Simón es un estudiante de Filología que trabaja como autor de crucigramas para un periódico sevillano. Un día recibe un mensaje en su contestador. Debe incluir la palabra «Arlequines» en su próximo crucigrama. Si no obedece la orden, su vida podría complicarse seriamente. Cuando el AVE Madrid-Sevilla sufre un atentado, Simón no puede evitar relacionarlo con el mensaje. A medida que va descubriendo las piezas del macabro juego en que está envuelto, se da cuenta de que las personas que le rodean desempeñan un papel muy distinto del que él se imagina: nadie es lo que aparentaba, empezando por su compañero de piso, “Sapo”.
La verdad es que cuando apareció la novela su argumento resultaba de una originalidad brutal, al tratar temas que estaban de rabiosa actualidad y que no habían aparecido ni por asomo en la literatura española anterior (ni posterior, la verdad…), como los juegos de rol, los atentados con gas sarín o la semana santa sevillana. Vamos, que la novela supuso un soplo de aire fresco en el anquilosado panorama literario español equivalente al que había supuesto en cine la película Tesis de Alejandro Amenábar. De hecho no resulta extraño que fuera el colaborador habitual de éste, Mateo Gil, quien llevara Nadie conoce a nadie a la pantalla, si bien es verdad que la película no le hizo ningún favor a la consideración de la novela al olvidarse del argumento original para centrarse en el elemento más polémico de la novela, la Semana Santa sevillana, para buscar el morbo fácil entre aquellos que se sintiesen ofendidos por tratar dicho tema. La novela, a mi entender es mucho mejor que la película, ya que presenta una trama mucho más creíble, y los personajes son más ambiguos y menos maniqueos que en esta.
Lo dicho, una de las pocas novelas realmente entretenidas de la literatura española de los 90.
Juan Bonilla