Doña Perfecta, escrita en 1876 por el gran maestro de la novela realista española, Benito Pérez Galdós, es para mí, no su mejor obra, pero sí la que mejor se sigue leyendo hoy en día. Tal vez influya en mi consideración de esta novela el hecho de que, en general, me aburren bastante los “tochazos” de más de quinientas páginas que suelen ser las novelas realistas, en las que el afán por describir la realidad de manera casi documental hace que el ritmo sea cansino a más no poder. Sin embargo, en Doña Perfecta, al estar escrita en los comienzos de la carrera de Galdós, no está todavía ese realismo exacerbado, lo que hace que sea una novela corta y con un ritmo bastante más vivo.
La trama básica de la novela nos presenta al joven ingeniero Pepe Rey, que viaja desde la capital, Madrid, al pueblo de Orbajosa para visitar a su tía Doña Perfecta y para conocer a la hija de ésta, Rosario, ya que su padre y su tía han decidido concertar el matrimonio de ambos jóvenes. Y aunque en un primer momento todo parece que va a salir a pedir de boca, ya que los dos jóvenes se sienten atraídos mutuamente, las cosas comenzarán rápidamente a torcerse cuando la mentalidad de ciudad del muchacho comience a chocar frontalmente con la de los habitantes de Orbajosa. De hecho será la propia tía la que, tras arrepentirse de su primera intención, muestre una mayor beligerancia contra el joven, prohibiéndole el matrimonio con Rosario y encerrando a ésta en su cuarto. El enfrentamiento entre tía y sobrino acabará de la peor forma posible…
Lo primero que hay que dejar claro es que se trata de una novela en la que Galdós presenta un enfrentamiento entre dos maneras de ver la España de la época, una más progresista y otra más conservadora, y en la que él claramente se decanta sin ningún rubor por la primera, con lo que presenta una realidad completamente maniquea: los de la ciudad (Pepe Rey, los soldados) son todos buenísimos y tienen toda la razón, mientras que los del pueblo (Doña Perfecta, Don Inocencio, el tío Licurgo) son todos malísimos, son unos fanáticos cerriles y están todos equivocados. Evidentemente el mundo real nunca es así. Por lo tanto, como novela realista fracasa. Pero es precisamente en los elementos más literarios y artísticos de la obra donde está su fuerte: y es que Galdós demuestra su maestría a la hora de lograr transmitirnos ese ambiente que rápidamente se va enrareciendo y va dando paso a una tensión palpable. El autor logra que suframos la misma angustia opresiva in crescendo que va experimentando Pepe Rey a medida que se va complicando la situación y la sensación de injusticia a la que llega finalmente. Y es sobre todo ese final trágico, que casi recuerda al de El caballero de Olmedo de Lope de Vega por el ambiente nocturno y el asesinato a sangre fría, el que termina de dejarnos con ese desasosiego final y con la sensación de que lo que acabamos de leer está más cercano a una tragedia que a una novela.
Benito Pérez Galdós