Hay narradores cuyo estilo se caracteriza por buscar deliberadamente el recargamiento tanto en su prosa como en la estructura argumental de sus obras. Por el contrario, hay otros para los que menos es más. El paradigma de estos últimos es sin duda, el escritor norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961). Y es que su manera de narrar se caracteriza sobre todo por la sobriedad y la contención. Es decir, su mérito principal está sobre todo en cómo Hemingway es capaz de eliminar todo lo superfluo tanto en la lengua que utiliza como en la historia que está contando. Probablemente por eso suele ser considerado mejor autor de cuentos que de novelas. De hecho es célebre su frase de que todo buen cuento es como un iceberg, y al igual que la parte visible del iceberg constituye sólo una séptima parte del total de su volumen, el cuento que nos llega debe estar sustentado en la parte que no se ve: el estudio, la reflexión, el material reunido y no utilizado directamente en la historia. Pues bien esta semana recomendamos la que, sin lugar a dudas, es la cumbre de su obra narrativa, El viejo y el mar (1952), obra que le valió el Premio Pulitzer en 1953, y que probablemente fue la que terminó de decantar al jurado para que en 1954 se le concediese el Premio Nobel de literatura.
No vamos a resumir su argumento, porque sencillamente la síntesis de la misma está explicada por el propio autor ya en el título (y contar más destriparía el final...). Simplemente decir que la obra muestra el enfrentamiento entre un anciano y el mar, es decir, el hombre contra los elementos. Con un mínimo de personajes y de escenarios, Hemingway es capaz de ir aumentando poco a poco la tensión y la angustia que sentimos por la suerte (o mejor, la mala suerte…) del pobre anciano que en un entorno completamente natural y casi primitivo tiene que intentar enfrentarse, con la única ayuda de su bote, su caña y sus propias manos, a su mala suerte, a un pez y al mar por ese orden.
En definitiva, una pequeña joya de la historia de la literatura, que además puede ser perfectamente leída y asimilada (a distintos niveles) tanto por jóvenes como por adultos y que ha influenciado a muchos escritores de las generaciones posteriores. Sin ir más lejos, el parecido con Relato de un náufrago de García Márquez, no es en absoluto casual…
Ernest Hemingway