“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregor Samsa despertose convertido en un monstruoso insecto”. Este es sin duda uno de los comienzos más famosos e influyentes de la historia de la literatura, a la altura del comienzo de la Iliada, el Quijote o Cien años de soledad. Y es que cuando el escritor checo Franz Kafka (1883-1924) publicó su relato corto La metamorfosis (1915) no tenía ni idea (ni él ni ninguno de sus coetáneos) de la revolución que esta obra supondría en la historia de de la literatura.
La metamorfosis cuenta la terrible transformación un buen día y sin ningún tipo de explicación previa ni posterior de su protagonista en un desagradable insecto (si no lo son todos…). En un ambiente de pesadilla la novela logra transmitirnos a la perfección esa penosa sensación de excentricidad y extrañamiento que asalta al pobre Gregor Samsa, quien poco a poco se tiene que ir resignando a que sus seres queridos ya no le percibirán nunca más como el hombre que era sino como un fastidioso parásito.
Con esta pequeña obra, Kafka fue precursor de diversos caminos que serían transitados ya en la segunda mitad de siglo por algunos de los más grandes escritores de las generaciones siguientes. Numerosos escritores como Borges, Camus o García Márquez han reconocido abiertamente su admiración por Kafka en general y su deuda con esta obra en particular. Pero como ha pasado tantas veces a lo largo de la historia, este gran reconocimiento posterior es inversamente proporcional a la fama que tuvo en vida. Vamos, que se murió sin que lo conocieran ni en su casa. Y es que la gloria literaria es así de caprichosa a veces. Pero de lo que no cabe duda es de que una obra tan perturbadora como La metamorfosis de Kafka no deja nunca indiferente a aquel lector que se acerca por primera vez a ella.
Franz Kafka