En sus primeras cuatro novelas, desde La casa de los espíritus (1982) hasta Cuentos de Eva Luna (1989), Isabel Allende siempre había destacado por el retrato de la sociedad sudamericana que en ellas había llevado a cabo. Sus relatos siempre habían transcurrido en algún lugar indeterminado del cono sur (Argentina, Chile... etc) y siempre había demostrado una gran maestría a la hora de plasmar la vida en esas latitudes, especialmente mediante el uso de esa técnica narrativa propia de la novelística hispanoamericana que se ha dado en llamar realismo mágico. Sin embargo en 1991 con la publicación de El plan infinito la narradora chilena situaba por primera vez la trama de una de sus novelas en una cultura y una sociedad, la norteamericana, que no era la suya propia.
La novela narra la vida de Gregory Reeves, un muchacho hijo de un norteamericano y una rusa que crece en el barrio latino de Los Ángeles entre chicanos, y sigue sus andanzas en el período histórico que va desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los ochenta. Pero lo realmente interesante es que Allende utiliza la vida del protagonista y de los personajes que le rodean (su familia, sus vecinos los Morales, cuya hija Carmen es su mejor amiga, su compañero de piso Timothy Duane... etc) para realizar un fresco histórico de la sociedad norteamericana de ese período, enfocando siempre su análisis hacia dos temas que caracterizan a esa sociedad y que, por lo tanto, están omnipresentes a lo largo de la trama de la novela, en la que se entrecruzan de modo constante: el primero es el tema de la armonía étnica, es decir, la integración racial; mientras que el segundo tiene que ver con los valores falsos dominantes en Estados Unidos, sobre todo el materialismo craso por el que Greg inicialmente se deja seducir.
No cabe duda de que el principal mérito de la novela es que en ella Allende demuestra conocer a la perfección los mecanismos políticos y económicos por los que se regía esa sociedad norteamericana y a la vez que narra la vida de sus protagonistas realiza una magnífica disección de los problemas sociales a los que se tienen que enfrentar siendo estos mismos, además, los principales problemas sociales que aquejaban a esta norteamérica de postguerra.
Isabel Allende