Hoy, 18 de abril, es uno de los días más tristes en la historia de la literatura contemporánea. Anoche moría el que, sin discusión, es el escritor en lengua castellana más grande desde Cervantes. Ningún otro supo aunar de igual modo la admiración de millones de lectores y el fervor de una legión de críticos y estudiosos de la literatura. Yo particularmente formo parte de ambos grupos, y supongo que quien sea seguidor habitual de esta sección se habría percatado ya, no sólo porque en anteriores ocasiones he recomendado las que considero sus dos mejores novelas (El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada), sino por las constantes alusiones y referencias a él que he hecho en otras muchas recomendaciones de obras de otros autores.
Y es que para mí la literatura, la buena literatura, está siempre relacionada de algún modo con García Márquez. Yo siempre había leído desde pequeñito, pero desde que a los 18 años leí El amor en los tiempos del cólera me enamoré definitivamente de la literatura con mayúsculas, y a partir de esa novela no sólo descubrí el resto de su maravillosa producción, sino una infinidad de obras de la literatura universal que de una manera u otra habían influenciado al Premio Nobel colombiano, un lector empedernido. Y es que eso es lo que tienen los grandes escritores y las grandes obras, que no se limitan a contarte una historia sino que te llevan a otras.
Por eso hoy no recomendamos ninguna obra en concreto sino que recomendamos la lectura o la relectura de toda su obra, desde las peores como Ojos de perro azul, La hojarasca o La mala hora, hasta las grandes obras maestras como Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba o El otoño del patriarca. Y es que incluso las primeras son peores con respecto al resto de su obra, pero siguen siendo superiores a las de la mayoría de los mortales. Porque García Márquez es desde hace ya muchos años un inmortal de la literatura, alguien cuyos libros a pesar de los años transcurridos se siguen (y se seguirán) vendiendo y leyendo como el primer día en todas partes del mundo, desde China a Polonia, desde la India a EE.UU. Cómo no iba a ser así con un perfeccionista nato como él, que dedicaba una media de entre tres y cuatro años a cada libro, mientras que la mayoría de los escritores jóvenes actuales, ansiosos de fama y riqueza, escriben libros como churros que tardan tan poco en ser escritos como en ser olvidados. No sucede así con sus obras que se han quedado grabadas a fuego en el imaginario colectivo, especialmente esas frases iniciales de algunas de sus obras como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera o Crónica de una muerte anunciada que la gente se sabe de memoria casi como se hace con los poemas que a uno le gustan.
Son muchísimas las cosas que se han dicho sobre Gabriel García Márquez y muchísimas más las que se podrían decir. Pero en definitiva, aunque él se vaya lo que nos queda es una obra única (y no diré que inimitable, porque son legión los escritores que han recibido su influjo) que hay que acercar a los más jóvenes para que se apasionen por la lectura. Y en el caso de los que ya lo hayan leído hay que refrescar su lectura para que no se nos olvide que existe una cosa, que es muy difícil, muy trabajosa y que sólo se consigue con mucho esfuerzo, que se llama escribir bien y que, por desgracia, se está perdiendo.