La chica de seda artificial. Irmgard Keun
Irmgard Keun, Berlín 1905 –1982, “Gilgi, una de nosotras” (1931), “La chica de seda artificial” (1932), “Los adultos no entienden” (1936), “Después de medianoche” (1937) ….
Segunda novel a de Irmgard Keun, narra la historia de una joven de provincias que acaba en Berlín con el sueño de convertirse en una estrella. Doris es una guapa y llamativa oficinista que lleva una vida monótona y aburrida. Doris desea sobre todo llevar una despreocupada vida de lujos, sueña con vestidos hermosos, fragancias exquisitas y restaurantes caros llenos de hombres que la agasajan. Tiene la suerte de ser hermosa y espera que esa belleza sea su billete de ida hacia esa existencia tan deseada.
La protagonista se muda a Berlín a raíz del robo de un valioso abrigo de pieles de marta cibelina, pero allí su vida será dura, muy dura. El Berlín retratado es fidedigno, sus calles, avenidas, el incesante ir y venir de gente, una ciudad excitante y efervescente de la República de Weimar. Desde el primer momento ama a esa ciudad cosmopolita y refinada donde, sin embargo, la Gran Depresión llena de gentes sin empleo las calles: “Amo Berlín, pero me tiemblan las rodillas y no sé qué comeré mañana. Pero me da igual. Estoy sentada en el Josty en la Potsdamer Platz, disfrutando de las columnas de mármol y de unas vistas estupendas”.
Lo que leemos son las anotaciones que ella hace de su vida en un cuaderno y en primera persona: “Pienso que es bueno escribirlo todo, porque soy extraordinaria. No me refiero a un diario, eso es ridículo para una chica de dieciocho años y además de mi nivel. Pero deseo escribir como si todo fuera una película porque mi vida es eso y lo será todavía más. Además me parezco a Colleen Moore si ella se hiciera la permanente y tuviese la nariz más chic y un poquito respingona. Más tarde, cuando lo lea, todo será como en el cine, me veré en imágenes. Ahora estoy en mi cuarto en camisón, que se ha deslizado desde mis célebres hombros, y todo es de primera, aunque mi pierna izquierda es un poco más gruesa que la derecha. Sin embargo, apenas se nota. Hace mucho frío, pero en camisón estoy mejor, de lo contrario me pondría el abrigo.” Nos muestra de forma clara, sin artificios, a un personaje encantador y complejo, una joven que se muestra tal y como es, no se engaña a sí misma.
A Doris no le salen las cosas bien, a pesar de su optimismo invencible. Aparentemente es una chica superficial y sin principios, se mueve en terrenos cercanos a la prostitución, siempre pensando que eso le llevará al estrellato en el mundo del cine, consigue amante tras amante que no le durarán mucho pues no sabe mentir y porque, a pesar de todo, tiene orgullo y se rebela, y porque tiene un grandísimo corazón.
Es una chica tierna, inteligente y divertida, es en cierto modo naïve: toma copas con nazis, con comunistas, con novelistas o simples funcionarios, vive entre chulos, taxistas, tenderos, prostitutas, buscavidas.... y hasta algún buen hombre, llega a conocer… Doris recorre la sociedad entera, siempre buscando “los tres minutos al día en que un hombre es bueno” y sueña, aunque no quiera, con el amor verdadero. Como ella dice: “Sería maravilloso estar con un tipo que me gustase. Mucho, mucho, mucho. Tendría una voz tan bonita como su pelo, y sus manos, la medida exacta para rodear mi cara y su boca sabría esperarme. ¿Habrá hombres capaces de esperar hasta que a una le apetezca?”